miércoles, 29 de mayo de 2024

Recaída

RECAÍDA

No es tan difícil. Prueba a levantarte de la toalla, caminar hacia la orilla a paso rápido pues la arena está quemando, meterte en el mar y sumergirte entero aprovechando una ola que rompe a tu altura. Se ve, además, que el agua está buenísima: hay un montón de gente chapoteando, jugando a la pelota o haciendo la plancha. Verás qué gozada es darse un buen chapuzón ahora que aprieta tanto el calor.

Pero eso sí, cuando salgas, dirige la vista a la sombrilla donde estabas tumbado. Camina directo hacia allí, sin desviarte, con la mirada fija al frente, sin girar los ojos a los lados, sin prestar atención a ese centauro que, acompañado de un ser extraño, te va a interpelar «oiga, señor, ayúdenos, por favor; a mi hijo se le han perdido los brazos, no los encuentra»… y sigue andando, impertérrito, hacia adelante. Déjale atrás con sus súplicas, sus ruegos, sus llantos. No le hagas caso porque algo me dice que, si te paras a escucharle, si te ven hablando, gesticulando, volverán a llevarte a la consulta del doctor Percival, a atiborrarte de pastillas, a atarte con correas a la cama de ese sanatorio de la sierra, de paredes blancas y olor a lejía.