miércoles, 29 de mayo de 2024

Pico y pala

PICO Y PALA

La mañana que vio a Eleonora cruzando en bici el parque donde se hallaba podando rosales, a Brian se le iluminó la mirada. Supuso por tanto un paso de gigante para él que, a los pocos días, la joven aceptase su invitación un tanto ruborizada de ir juntos al cine. No entraremos en detalles de cómo averiguó todo sobre la muchacha, cómo se las apañó para acercarse a ella, las tretas que hubo de llevar a cabo para colarse en el prestigioso campus de Cambridge y asistir a clase sin estar matriculado, su habilidad para agenciarse al descuido ropa de marca, lo bien que lo organizó para acudir en su auxilio en el preciso momento cuando acababa de pinchar, ¡vaya fatalidad!, la rueda de su bici bajo una tormenta o las horas dedicadas a memorizar chistes, anécdotas y cotilleos de sociedad. «El hecho es que», se dijo sonriendo para sus adentros mientras se arreglaba antes de acudir a su cita, «la chica ya está en el bote».

No le importó a Brian ir a buscar cada día a su prometida. Y semana tras semana, mes tras mes, año tras año, esperar tres y hasta cuatro horas en la puerta de su cottage mientras se peinaba, se vestía, se perfumaba, lloviese o tronara. «También me mojo currando y me aguanto», se consolaba. Pero lo peor de todo fue sacar a diario a sus mascotas, dos chimpancés, a bosques de robles, fresnos y arces, situados cada vez más lejos de la casa, «para que los pobres no se aburran de trepar siempre los mismos árboles», decía Eleonora, muy implicada con el bienestar animal.

Y acostumbrado a flirteos exprés con chicas borrachas, a conquistas consumadas en los baños del pub, a ligues de aquí te pillo aquí te mato, a dormir solo, despertar resacoso y trabajar de jardinero toda la jornada, le daba mucho ánimo a Brian para continuar cortejándola la expectativa, cada vez más cercana, de disfrutar de una vida acomodada junto a aquella chica que no era guapa como Molly, ni divertida como Sarah, ni sexy como Amanda, pero sí millonaria.