miércoles, 29 de mayo de 2024

Luna de miel

LUNA DE MIEL

Solo contemplar cómo se ilumina el rostro de su Maryelis mientras se prueba, nada más embarcar, una gargantilla de zafiros en una de las joyerías del crucero, bien merece, piensa el recién casado, la pena.

Le queda divino a la joven sobre su piel canela y esa noche causa sensación en la cena. Al día siguiente vuelven de boutiques, porque en un lugar tan exclusivo le dice haciendo un puchero ella una no debe repetir modelo, y esta vez le compra un vestido de seda, diseño de Jean Paul Gaultier, que le sienta como un guante al cuerpo, y unos stilettos con un tacón de vértigo; eso sí, de Loewe, que tiene ella un juanete y para que no le rocen. Y de nuevo esa noche Maryelis provoca murmullos de admiración entre los asistentes. A lo largo de los siguientes días, se va haciendo con trapitos de Armani y bolsos de Louis Vuitton que va combinando con exquisito gusto con los relojes Gucci de oro y los frascos de eau de perfum de Chanel, de Lancōme, de Dior, que quieras que no se gastan muy pronto.

Tras diez días de fiestas, de bailes, de ruletas y tragaperras, de masajes y spa, de infiltraciones de hialurónico ella y de ahuyentar moscones, extender talones, dormir apenas y ver en el lavabo cómo se le cae el poco pelo que le queda él, el barco regresa a puerto. Y mientras el hombre tramita unos anticipos de su pensión para terminar de cuadrar cuentas en el camarote de la financiera, Maryelis, Dayanna en su tarjeta de identidad real, desembarca con sus maletas, se sube a un taxi y, sin volver la vista atrás, se aleja con sus nuevas pertenencias.