domingo, 2 de junio de 2024

Escape

ESCAPE

No la besaría, para no despertarla. Apartaría con suavidad las sábanas, se deslizaría sigiloso y saldría de puntillas del dormitorio, con los zapatos, la camisa y el pantalón en la mano. Se vestiría a oscuras en el pasillo, no tiraría de la cisterna del baño, se pondría el gabán colgado del perchero del recibidor y abandonaría para siempre la casa, cerrando tras de sí la puerta sin hacer ruido. Una vida por estrenar le estaba esperando en algún lado.

Cada noche, cuando ella se quedaba dormida, él se ponía a urdir la huida con la mirada fija en el techo. Unas veces, ni salía del portal, porque fuera hacía un frío que pelaba y se volvía a acostar. Otras, llegaba hasta el final de la calle, tropezando con baldosas hundidas o tapas de alcantarillas desencajadas y metiéndose en todos los charcos. Al entrar a la estación bajaba de dos en dos las escaleras mecánicas y corría hacia el andén para ver cómo el último tren o autobús cerraban ante sus narices las puertas y arrancaban sin él. Se daba entonces media vuelta, con la cabeza gacha y los pies calados, y regresaba arrastrando su sombra a casa.

Barruntaba todo tipo de escapadas. Las visualizaba llenas de obstáculos y trabas, para quedar extenuado y conseguir así, por fin, desconectar de la realidad: la amenaza del ERE, los recibos de la hipoteca sin pagar, la avería del coche, la semana blanca de los niños, las derramas del tejado. También, por qué no reconocerlo, se sentía dueño de un espacio donde gozaba de plena libertad para hacer y deshacer a sus anchas e ir y venir donde y cuando le diera la gana.

Sin embargo, lo más lejos que llegó con su imaginación fue a un descampado del que regresó abatido al entender que, más allá de aquel erial, para él no habría nada.