TRADICIÓN ORAL
Contaban que, por San Lucas,
unos querubines rechonchos y rubicundos acudían a chapotear al lago de la
sierra que discurría luego hasta la fuente del pueblo. Y que quien ahí bebía gozaba
de sus beneficios. Pero igual que la corriente fue erosionando el lecho de roca,
la leyenda, al pasar siglo tras siglo de boca en boca, también sufrió un
importante deterioro.
Y si antes esa agua dejaba la
piel con brillo, era una bebida sana y favorecía las digestiones, ahora provoca
sarpullido, almorranas y flemones. Así que, por muy cristalina que parezca, han
clavado encima un letrero de «No potable» y nadie se acerca.