PASAR
No estaba
resultándole nada fácil contarlas. Se había figurado unas ovejas mansas que
irían desfilando ordenadamente ante él, haciendo sonar el cascabel, clinclinclin, en fila una detrás de otra
y sin empujar.
Pero
no. Avanzaban a empellones, se apelotonaban apoyando sus patas sobre las de
delante, balando todas a la vez, beeebeee,
montando con sus cencerros un barullo insoportable, ¡como para relajarse! Y
además olían mal, pues muchas llevaban excrementos y orines pegados a las patas.
Pasaba
el despertador de las dos de la madrugada cuando, por fin, vio entrar en el
establo a la última del rebañ… zzzzz…