domingo, 8 de diciembre de 2024

Lo efímero

LO EFÍMERO

No sujetó la mano de Sandra entre las suyas, por más que ella se lo pidió, ni aspiraron y expiraron juntos, acompasadamente, mientras empujaba. No le apartó su flequillo pegado a la frente por el sudor, ni le susurró al oído cuánto la amaba. Tampoco lloró ni moqueó con ella, mejilla con mejilla, juntando sus lágrimas, ni la llenó de besos cuando la cabecita cubierta de pelo negro de Nacho empezó a asomar entre sus piernas. No sujetó al recién nacido entre sus brazos cuando la enfermera se lo ofreció, ni sintió el latido del cuerpecito tibio, ni olió su piel, ni cortó el cordón umbilical. Tenía las manos ocupadas y la vista fija en lo que estaba grabando, muy pendiente de que la imagen quedase bien enfocada.

Mientras ocurría el milagro de la vida, él lo veía a través de la pequeña pantalla de su móvil. Porque las cosas importantes, pensaba, hay que conservarlas.

Cuando salió del paritorio y fue a revisar el vídeo se quedó anonadado: por los nervios, no había pulsado el botón de «Play» y no había grabado nada.