NOCHE NEGRA
Se
entretiene esta mañana recolectando las mosquitas que, desesperadas, se enredan
más y más en una telaraña junto al muro del patio y metiéndolas delicadamente
en un frasco de acuarela negra seca,
«ya tenemos suficientes»
así
nadie puede ver qué hay dentro. Sus ojos giran desorbitados como queriendo
escapar del rostro al contemplar a las hormigas troceando en el suelo de
hormigón la lagartija que aplastó ayer con un dedo.
«cómo coleaba el bichejo; ahora mojama
parece»
Luego,
por la tarde, mientras los otros discuten por el mando a distancia o cabecean
en la sala de la tele, él sube a su habitación,
«nos está quedando un dibujo precioso; luego escóndelo
bien»
a
continuar con su obra. Es una noche oscurísima ―hormigas
pegadas con saliva al folio― vista a través
de una ventana ―vidriera de alas de
mosca―. Tanto le gusta, que la fija con moco al
armario.
«¡Anormal, majara! ¿Otra vez?»
―¡¡¡No
me trates así!!!, solloza, angustiado. Y para acallar esa
voz empieza a dar cabezazos contra la pared.
Vienen
entonces los sanitarios, «cálmate», le pinchan en un brazo y, a través de la
bruma, los ve despegar el papel, mirarlo, negar con desagrado, hacer una bola
con él.