domingo, 8 de diciembre de 2024

Lienzo

LIENZO 

Por más que rastrilla, siguen arremolinándose las hojas de roble, arce y haya que el vendaval se obstina en arrastrar del cuadro a la alfombra del salón. «Llegó el otoño», suspira la mujer. Mientras quita la hojarasca, evoca las tardes estivales que pasaba de joven ensoñándose bajo la sombra de estos mismos árboles. La primavera, en cambio, no la añora demasiado, pues de tantas florecillas que pintó en el paisaje se pasó toda la infancia estornudando.

Está sacudiendo las cortinas cuando oye el crujido de una rama a su espalda y, al girarse, descubre un ciervo que mastica despreocupadamente unos tallos. «Los años no perdonan», resopla al empujar los cien kilos de animal de vuelta al cuadro. Después, espera sentada en el sofá hasta verlo desaparecer entre el follaje.

Encuentra entonces unos huevos caídos de un nido de codorniz, muy ricos para mojar pan y unas setas que crecen al pie de un tocón. «Conviene hacer acopio, nunca se sabe», piensa mientras guarda en los bolsillos todas las avellanas que caben.

Cuando el cielo del dibujo se torna gris azabache, la anciana recoge en un moño sus canas y frota sus ojos cansados. Pronto la nieve cubrirá todo de blanco.