domingo, 8 de diciembre de 2024

Apogeo

 APOGEO

Hace unas semanas, mientras tejía un tapete de ganchillo, vio Antonia en la tele un programa donde salía un gurú de yoga dando trucos y consejos para explorarnos y conectar con nuestro ser interior. Le picó la curiosidad, se compró una esterilla, se puso a practicar en casa y desde entonces más encantada no puede estar: es una mujer nueva.

Con la respiración consciente y los hipopresivos empezó notando que se le estabilizaba la tensión, cogía el sueño mejor y dormía más horas. Solo por eso, ya había merecido la pena. Pero ahí no paró. Siguió informándose por su cuenta y llegó a los ejercicios Kegel para fortalecer el suelo pélvico. En pocos días, dejó de tener pérdidas de orina y pudo prescindir de esas compresas grandotas que le resultaban tan engorrosas. Incluso, algunas veces, le venían unos espasmos y unas oleadas de placer, «un gustirrinín», como decía ella, que nunca antes había tenido.

Todo, todo, le parecía una delicia, hasta el cutis le mejoró. Se había iniciado también en el ejercicio de la meditación y últimamente no paraba de practicar a todas horas. Y justo hoy, que había bajado las persianas del salón, encendido un montón de velas, echado aceite de lavanda en el quemador, y se había entregado con toda el alma a darle mazazos al gong y a recitar un mantra, ommmm, ommmm, tan enérgicamente que rebotaba en las paredes produciéndose un eco tremendo de ommmms y gongs, va y suena inoportunamente el timbre de la puerta.

Y ella, que había logrado conectar de maravilla con su yo interior y con el yo interior de un grupete de chicos y chicas en cueros, muy majos todos, que saludaban en la playa al sol en una ceremonia preciosa, tuvo que suspender la sesión, ponerse a toda prisa una bata y abrir al vecino de arriba, que ya directamente aporreaba de muy malos modos la puerta. Que si a su edad no le da vergüenza, señora; que si las cuatro de la mañana no son horas; que si esta semana es la tercera vez; que si se repite este follón a la próxima llamo a la policía.

Y Antonia diciéndole usted perdone, no volverá a suceder, y pensando para sus adentros que mañana, sin falta, se pondrá a pedir presupuestos para acolchar las paredes, el suelo y el techo del cuartuco de coser.