domingo, 8 de diciembre de 2024

Spoiler

SPOILER

Le traía sin cuidado la Informática a Mariló, pero decidió apuntarse al taller que ofertaban en el centro cívico al enterarse de que Genaro, un vecino del barrio al que había echado el ojo, se había inscrito. Los primeros días aprendieron a usar el correo electrónico, escribir distintos tamaños y estilos de letra en el Word, editar fotos, hacer videollamadas y otras memeces del estilo. A ella nada de eso le interesaba lo más mínimo,  pero estaba muy a gusto sentada al lado de aquel hombre compartiendo ordenador, rozando sus dedos al manejar el ratón. No hablaba nada, era sosaina y tirando a feúco, pero no olía a tabaco ni sudor, no se sorbía los mocos y llevaba el pelo, las orejas y los zapatos limpios. Y eso ella lo valoraba mucho.

Para cuando terminó el curso,  Mariló se había enganchado a Internet y cada tarde se acercaba a la sala de ordenadores a mirar páginas de mil asuntos distintos. Y navega que te navega descubrió que el mundo virtual contenía absolutamente toda la información sobre el pasado de la Humanidad, el presente y, lo que a ella le interesaba, el futuro. Antes de lanzarse a la conquista de Genaro, quería tener claro si le convenía. O dicho de otro modo: a Mariló, recién cumplidos los setenta, no le apetecía volver a enviudar y quedarse otra vez sola. Quería saber no tanto si eran compatibles como si Genaro le sobreviviría y estaría ahí para sujetarle la mano mientras ella moría. «Hay que ver», se decía, «lo que cambian las prioridades cuando una se hace vieja».

Un día dio en la Web con un programa que predecía con un 99 % de exactitud el futuro. Había que escanear una foto, introducir nombre, fecha de nacimiento y poco más, porque el resto de información lo obtenía la máquina de fuentes «protegidas». Eso hizo Mariló con la foto del candidato, y tras unos segundos de búsqueda, la computadora, de un modo muy frío y neutral para su gusto, le comunicó que con Genaro nada, que no se molestase porque le quedaban dos días con anteayer, como aquel que dice.

Así que, después de la desilusión y pasado el disgusto, la mujer ha puesto su atención en Martín, uno con boina que suele ver en el parque alimentando a patos, carpas y hormigas. El pobre  cojea un poco y se le ve sin gracia ni estilo, pero lo mismo es longevo y sirve.