PEQUEÑO
Que
del cuerpo del recién nacido de apenas kilo y medio, aún violáceo y chorreante
de los jugos de la placenta, surgiera aquel berrido, apaciguó el ánimo de los
presentes, que alarmados temían estar asistiendo a un aborto.
Todo
en él era diminuto y asombrados miraban sus bracitos y las uñas de sus dedos,
casi transparentes. Alguien trajo un biberón que el bebé atrapó entre sus manos
con fuerza, succionando con sumo deleite. Mientras los ancianos moqueaban
mirando al niño, acariciando los incipientes cuernos de su frente, las mujeres
del grupo amortajaban con una túnica negra a la parturienta.