EMILY
Huele en el cuarto de Jonathan
a suavizante de talco, a colonia infantil, a jabón de bebé. Aún no ha amanecido
cuando muchas mañanas Emily se levanta sin hacer ruido para no despertar al
marido, atraviesa a oscuras el pasillo con cuidado de no pisar las maderas de
la tarima que crujen, entra de puntillas en la habitación del niño y se pone a
sacar de los cajones los bodies,
patucos y pijamas. Desdobla todo, se lo acerca a la cara sintiendo su suavidad,
lo vuelve a doblar y hace lo mismo con los abrigos y chaquetas que cuelgan de
las perchas del armario.
Cuando se siente ahíta de
aromas y texturas, comprueba con la ayuda de la tenue luz de la luna que
ilumina la estancia que todo está en orden, suspira con nostalgia y
sigilosamente regresa a su cama hasta que suena el despertados, el marido la
besa y la abraza, le oye ducharse, le llega el aroma de café recién hecho y el
gorjeo del niño en brazos del padre que lo está despertando