lunes, 18 de junio de 2018

¡Stop!


¡STOP!

Pestañeó dos veces para decir que sí. Dos era sí, una era no. No podíamos hablar, eso habíamos acordado antes de iniciar el juego. Al principio le mordisqueé una oreja, la besé en el cuello, esas cosas. Ella gemía. Los pellizcos le encantaron, y cuando le retorcí un pezón se puso a gemir más. Excitado, le sujeté las muñecas a la espalda, para que no me diera puñetazos; tan mojado estaba que finalmente la penetré. La miré a la cara, parpadeaba una vez y otra y otra y otra más. No, no lloraba. Y seguía gimiendo. No entiendo, señoría, por qué dice ahora que no era no.