lunes, 18 de junio de 2018

El espectador


EL ESPECTADOR


Una rata enorme cruza un paso de peatones sorteando los charcos. Despreocupada, se detiene unos segundos a olisquear una bolsa de plástico. Una nube de pólvora cubre completamente el sol; todo se ve brumoso, como a través de un cristal empañado. Las calles están desiertas y los coches, sin lunas, esparcidos por la carretera o enterrados bajo los escombros.

Por encima de los tejados, el cielo está encendido. Parecen estrellas fugaces, ojalá lo fueran. Pediría entonces un deseo: que no hubiera más guerras. Pero son misiles que iluminan esa ciudad donde ya solo se escuchan sirenas y estallidos. La rata de antes acaba de desaparecer por un agujero.

Enseguida terminará el informativo, a las diez empieza «Juego de Tronos». Me levanto de un respingo del sofá al oír el timbre de la puerta y abro al repartidor que trae mi pizza con pepperoni, extra de parmesano y salsa barbacoa.