CRECER
De una patada nos enviaban a
las calles y no volvíamos hasta que empezaba a oscurecer, al grito de «subid
ya o la tortilla os la coméis fría». En medio, entre partidos en
el patio, peleas, casetas en los árboles, pactos de sangre, brechas en la
cabeza, cigarrillos a escondidas y los primeros besos con lengua, pasamos los
años más maravillosos de nuestras vidas. Entonces, sin darnos cuenta, nos
hicimos hombres y adiós a la inocencia.