EL
REGALO
Una caja de témperas envuelta
en papel charol, con un lazo fuera. Ella apartó a un lado el paquete y sirvió
la sopa.
—Esta misma tarde lo devuelves —dijo,
tragando saliva.
—Es tu cumpleaños —protestó
él, débilmente—. Quiero
que vuelvas a pintar, quiero verte contenta.
—¿Cuándo? ¿Después de fregar
portales, de atender viejos de noche, de remendar ropa al vecindario? ¿Con qué
lo pagaste, con el dinero del terapeuta?
Tenía razón. Desde lo del
ictus, la pobre no paraba.
—Me encontré un billete en la
calle —mintió.
Ella recogió en silencio la
mesa; él se dirigió cojeando al balcón.