GORDITO RELLENO
Al poco de
enamorarme de Piluchi, la de la confitería, engordé un poquitín. «¡Pareces
un chonuco!», me decía
con cariño mamá. Por las mañanas me comía dos palmeras de chocolate; después
del almuerzo, un helado de tres bolas; y por las tardes una caja enterita de
pastas. Con mucha pena, tuve que abandonar el cortejo cuando se me disparó el
colesterol. De la última vez que pasé a verla recuerdo que me llevé puesto lo único que me
subía hasta la cintura: la malla morada de licra de hacer pilates mamá. ¡Qué
delicia de chiquilla! Imposible olvidarse de sus carcajadas cristalinas, de su
risa angelical.