DULCE HOGAR
No se me
ocurrió anotar todo en un bloc y mi memoria no es precisamente buena. Pero sí
puedo afirmar que el mes que pasé en la ciudad se me hizo muy pesado. Allí la
gente se pasaba el día corriendo de acá para allá, con prisas, ruidos y jaleo,
pendientes de niños, horarios, colegios, de hacer la compra, de lucir siempre
bellos… Vamos, que el día que recuperé mi cola de escamas plateadas y regresé
al mar fue el más feliz de mi vida. Tendré que pensarme mucho los otros dos
deseos que me concedió el genio de la lámpara que encontré en el fondo del
océano.