miércoles, 4 de mayo de 2022

Zafarrancho

ZAFARRANCHO

Qué duro le estaba resultando a Marta comprobar que de la casita de chocolate apenas había quedado en pie alguna pared de turrón y poco más. El helado se había derretido y chorretones de fresa, vainilla y limón cubrían por completo toda la estancia. Las nubes de algodón estaban ahora esparcidas por el suelo, junto a chicles, caramelos y piruletas, y los bombones, mazapanes y regalices se amontonaban por todas las esquinas formando una maraña, como un bosque después de un vendaval.

Respiró hondo, retiró con un dedo una lagrimita tonta que estaba que si caigo, que si no, cerró de golpe el libro de cuentos y lo metió junto al resto de tebeos, cuadernos escolares y juguetes de Mario en una caja de cartón. ¡Ay, su chiquitín, dieciocho años ya, qué rápido pasa el tiempo!, pensaba abatida mientras se ponía —por fin— con la limpieza del trastero.