RÍO REVUELTO
El domingo que se desbordó el río que atravesaba
el pueblo lucía un sol espléndido, así que todos los chavales estaban jugando
en los columpios donde la chopera. A Lino no le dejábamos ir allí, porque es
muy torpón y temíamos que pudiera resbalar y llevárselo la corriente, pero
algunas veces desobedecía, dejaba encendida la tele y salía sigilosamente.
Aquel día de marzo soplaba con tanta fuerza el
sur que derritió de golpe la nieve de las montañas, provocando una gran riada.
Cuando vimos que Lino no estaba en casa, salimos para allá corriendo, pero las
aguas turbulentas arrastraban todo a su paso y contemplamos impotentes cómo era
engullido por el lodo.
Como a esa edad hay muchos niños similares a él,
mi marido y yo cruzamos una mirada de apremio y no tardamos ni un segundo en
tomar la decisión de empujar al río a los papás de Telmo.