JUEGO DE NIÑOS
Entre el sol abrasador que caía sobre sus
cabezas durante el día, las heladas nocturnas, las botellas de aguardiente que
bebían para combatir el frío y poder conciliar el sueño y su extrema juventud ―apenas sumaban entre ambos cuarenta años―, los dos aspirantes a combatientes perdieron
el juicio tras cuatro meses de prácticas en pleno desierto.
Una noche, tras su segunda botella, danzaron
con el viento y jugaron a la ruleta rusa. Fue Shafik quien apoyó el arma en su
boca y disparó. Afortunadamente, la bala salió por la oreja causando solo una
herida, pero al sentir el sabor de la sangre cayó desplomado del susto.
Con tanto alcohol en su debilitado cuerpo, soñó
que lo habían enterrado en un reloj de arena. Y que irremediablemente, cada
minuto, era engullido y arrojado al otro lado del mismo.
Cuando despertó con aquella terrible resaca,
juró que jamás volvería a beber.