miércoles, 4 de mayo de 2022

TAS

TAS

Faltan solo veinte minutos para terminar su turno, ya pronto amanecerá, y Pedro, el vigilante de la planta química, está muy cabreado, le da mucha rabia reconocer que al final va a tener que pedir cita en el médico, no quería admitirlo pero tiene la memoria fatal, cada vez con más lagunas, y no es de hoy, que lleva semanas que no sabe dónde deja aparcado el coche o se olvida de comprar el pan, que mira que le insiste su mujer cada noche antes de despedirle, lo rico que está calentito para desayunar, recién salido del horno, pues nada, él lleva ya un buen rato mordiéndose la lengua de lo enfrascado que está, le sabe la boca un poco a sangre pero ni se ha enterado de que tiene los dientes clavados, y con el boli pasa algo igual, está rasgando la hoja del pasatiempos al concentrar en ella toda su frustración, y ni el ruido ensordecedor de las sirenas, ni las luces rojas de alarma, ni el humo que va llenando la sala, ni las chispas que le están chamuscando el pelo y la chaqueta del uniforme llega a notar, empecinado como se halla en que le salga la dichosa palabra del autodefinido, tres letras: «yunque de platero».