LO SUSTANCIAL
«¡No me lo puede creer!», grita
Matilda fuera de sí, yendo de un lado para otro de la habitación donde se está
vistiendo, «¡esto
no puede estar sucediendo!». Un año entero preparando la boda, todo tan bien
organizado, y justo unos minutos antes de salir, cuando ya no tiene arreglo, va
y le tiene que pasar esto. Con lo laborioso que fue conseguir un sábado de
agosto la ceremonia en la catedral, encontrar una limusina blanca con asientos
de cuero, la reserva del restorán del club, el banquete de diseño, reunir a
unos invitados tan selectos, la orquesta más chic del momento, fuegos
artificiales y cóctel de champán, fiestón y Paquito el Chocolatero. Todo
calculado al milímetro, hasta el más mínimo detalle del uniforme de los
camareros. Y su traje de novia, lo más de lo más, realzando a tope su moreno y
su nueva talla de pecho.
Pero los nervios, las prisas,
el ponme el moño más tieso, un manotazo sin querer en el espejo ¡y adiós a la
uña del dedo donde iba a ir el anillo! Un horror, se desespera Matilda
imaginando las fotos de recuerdo. Un drama, una tragedia, se dice mientras posa
su mirada en la tele que alguien ha puesto. El boletín de noticias lo ocupa
desde hace una semana la erupción de un volcán en Japón. Decenas de muertos
sepultados bajo la lava, pueblos enteros borrados de la faz de la Tierra, pero
a Matilda eso qué más le da, si está muy lejos. Lo realmente grave es que hoy
iba a ser su gran día y la ruina de verdad es lo de su uña partida.