LA SEÑORA WILLIANS
Vivir en mitad de un bosque a treinta
kilómetros del pueblo más cercano tiene sus ventajas. La principal, a juicio de
Harriet, es la ausencia de miradas indiscretas, de visitas inesperadas, de
dimes y diretes, de murmullos y cotilleos. Se vino hace siete años a vivir a
esta cabaña de un antepasado suyo y, según sus cuentas, pronto, muy pronto,
podrá mudarse al apartamento soleado frente a la costa californiana que está
pagando. Ya falta menos para abonar la última letra.
El inconveniente es que, si se descuida y no
airea y limpia con la suficiente frecuencia, entra la maleza y lo invade todo.
Lo que más lata le da es quitar el musgo, las raíces y las enredaderas
del cárdigan de
Arthur, porque le resulta súper laborioso volver a meter las mangas al cuerpo
amojamado del difunto marido a quien, después del telele que le dejó tieso hace
siete años, mantiene escondido para poder seguir cobrando su pensión.