miércoles, 4 de mayo de 2022

Mascotas

 MASCOTAS 

La habitación de Candy estaba siempre perfectamente arreglada: cada juguete en su sitio, cada cosa en su lugar. Y limpísima. Pasabas un dedo por cualquier balda y ni una mota de polvo; en la moqueta, ni una pelusa ni un calcetín tirado. Abrías el armario y te encontrabas sus falditas dobladas con esmero y las blusas colgadas en perchas, ordenadas por colores. Los zapatitos, relucientes; las playeras, sin barro ni nada. Todo así, en ese plan.

Además era ella quien lo hacía, no su mamá. Su mamá solo entraba cuando la nena estaba en el cole, y solo cuando olía mal. Retiraba entonces algún animalillo recogido en la calle. Esta mañana, por ejemplo, encontró en una caja de cartón los tres cadáveres mutilados de tres ratas enormes, menudo asco le dio, todo salpicado de vísceras y sangre. Por lo demás, quitando esa manía, su Candy era tan adorable, tan angelical.