EL ORO DE TENOCHTITLÁN
Un sol sangrante fue lo último que vio
Moctezuma mientras agonizaba con el cráneo destrozado.
Como máxima autoridad, había acudido con sus
guerreros a la playa a recibir aquellos templos flotantes. Había agasajado a la
tripulación con jade y plumas exóticas, águilas y jaguares, maíz y cacao, les
había entretenido con sus enanos y jorobados… pero ellos solo querían el oro.
―Podríais cargar
un poco en cada viaje ―había sugerido.
―Le quita las
ganas de vivir a cualquiera, tanto vete y ven ―había rechazado Hernán Cortés.
Y durante el rifirrafe, se llevó la pedrada
que lo enviaría a reunirse con sus dioses.