miércoles, 4 de mayo de 2022

Un poco de sal

UN POCO DE SAL

Que no, que no, que me he prometido que esta vez no abro y punto. Que son las once y pico y mañana tengo que madrugar, doy una clase a las ocho. Me he puesto los tapones de espuma, he cerrado la puerta de la habitación, he hundido la cabeza debajo de la almohada, pero nada, imposible no oír los timbrazos. Tampoco me ha servido quedarme inmóvil en la cama y hacerme el dormido. Laura, la nueva vecina de abajo, sabe que estoy, fijo que lo sabe. Porque aunque me moví por la casa en zapatillas para que no crujiera el parqué, cené a oscuras un yogur en la cocina y no encendí ni la radio ni la tele, me habrá oído tirar de la cisterna, vaya fallo el mío, siempre se me olvida.

No tengo ninguna fuerza de voluntad, cuántas veces lo repitió mi madre y qué razón tenía, pienso mientras me pongo unos vaqueros que me ajustan muy bien y una camiseta limpia. Y así, con el pelo revuelto y descalzo, abro la puerta de la entrada y ahí está ella, junto al ascensor, con su melena caoba y su olor a jazmín, que viene a pedir un poco de sal y un limón, y que si la acompaño para ayudarla a abrir una botella de tequila, que no quiere que se le rompa una uña, y que si he oído el nuevo disco de Dorian, que lo acaba de comprar, ya verás qué bien suena. Y aunque sea martes y mañana tenga una jornada maratoniana, bajo con ella, hipnotizado por su perfume embriagador y su sedosa melena.