I + D
Daba gloria
ver las vacas de Manuel, con las ubres tan llenas y sin pegotes de boñiga en las
patas. Durante la mañana pastaban por las brañas, al atardecer sesteaban a la sombra de fresnos y hayas y por la
noche las lavaba con agua tibia y las cepillaba. Después les ponía jazz, para
que se relajaran.
Había
instalado unos altavoces en el establo y al comprobar que la producción de
leche aumentaba, colgó de una pared una pantalla gigante donde, antes del
amanecer, proyectaba vídeos de verdes praderas y toros bravos. Entre la paja
donde dormían, puso como adorno unas esculturas de piedra granulada que ellas
aprovechaban para rascarse la testuz.
Tanta leche
daban que a Manuel se le ocurrió elaborar un queso de nata que le salió
riquísimo.
—Eres un
artista —decían quienes lo probaban. Pero él, humilde, insistía en que todo el
mérito era de las vacas».