ENEMISTAD
Si no fue por
unos amigos fue por otros, eso ya da igual. El caso es que un día accedí a que
entrasen en mi casa un guerrero ninja, una vedette y un gato persa. A la chica
y al gato no los volví a ver, pero el tipo se quedó merodeando por allí, muy pendiente
de todos mis movimientos.
Al
principio me cayó bien: le gustaba mi arroz salvaje de los domingos y no olvidó
mandarme un ramo de flores por mi cumpleaños. Se reía también mucho con mis
chistes, se reía así, «jijijij».
Pero pronto
empezó a tomarse demasiadas confianzas: criticaba los versos que componía y las
canciones que escuchaba. Hasta la marca de pienso que compré a Rufus le pareció mal.
Así que le borré de mi Facebook y ya no somos
amigos.