EL OTRO
Subir de nuevo a la habitación azul mientras su
tía duerme. Eso hace Ricky tras haber husmeado en el salón. Avanza despacito,
de puntillas: dos peldaños adelante, uno atrás, otros dos adelante… Un relámpago
y el estampido del trueno interrumpen esta cadencia, haciéndole evocar las
luces parpadeantes de una ambulancia y el coche familiar rebotando precipicio
abajo, hecho un amasijo de hierros y cuerpos desmembrados. Pero repentinamente
frunce los labios al percibir el olor a pintura fresca de su cuarto y al niñito
rubio en camisón que le mira furibundo, que sujeta un candelabro, que cierra
los ojos antes de estrellarlo contra el espejo del armario.