domingo, 16 de mayo de 2021

Vocacional

VOCACIONAL

Desde bien chiquitín, Julito cantaba que daba gloria oírle. Ya en la cuna, acompasaba los berridos a su respiración, lo que les dotaba de un volumen y duración acordes a sus demandas: no era lo mismo un pañal un poco mojado que todo el pastelón de mierda desbordándose por el elástico y resbalando por sus muslos hasta empapar las sábanas y el colchón. Ni gritaba igual cuando no encontraba el chupete que cuando se cayó aquel día a la calle desde el balcón.

De los cuatro hijos era al que más quería Luciana. Andaba siempre pegado a sus faldas, y como ella era mucho de entonar coplas y rumbas mientras hacía la casa o despachaba en el colmado, pues el chiquillo se aprendió todas las canciones. También las de la radio y los programas de televisión.

Con todo, lo que mejor se le daba era la zarzuela. «La voz masculina se clasifica en diferentes categorías» explicó una tarde el maestro de escuela a Luciana mientras se recomponían a toda prisa en el almacén, «la del niño es barítono tenor».

Por eso cuando el padre regresaba con el barco después de faenar durante meses en altamar, Luciana obligaba a Julito a soplar la flauta mientras alguno de los hermanos destrozaba un villancico por Navidad.