TESITURAS
La discusión fue subiendo de
tono, empezaron a insultarse, se engarraron y al final acabaron a tortas. No me
extrañó demasiado porque ya había ocurrido otras veces. Las niñas y jóvenes que
antaño fui aparecen siempre en los momentos en que estoy tomando una decisión
importante. Según ellas, vienen como meras observadoras, interesadas
simplemente en que el proceso culmine en la opción más idónea. Sin embargo,
algunas no son tan conciliadoras como su sonrisa angelical podría hacer pensar
sino que, más bien al contrario, son superrencorosas. No me perdonan que prefiriera
irme a vivir con papá cuando se divorciaron mis padres, dicen que por mi culpa
mamá se trastornó; ni que no me tirara a aquella poza a rescatar a Calcetines
cuando se ahogó; ni que dejara a Luis, con lo que me quería; ni que estudiase
para enfermera en vez de matricularme en Filología, con lo buena escritora que
podría haber llegado a ser. Al menos esta vez os puedo curar las heridas y
escayolar, les replico mordaz. Pero siempre me dejan pensando qué cosas
maravillosas me habrían podido pasar.