domingo, 16 de mayo de 2021

Carpe diem

CARPE DIEM

  
De toda la vida cuando alguien iba a morir vislumbraba esperanzado una luz al final del túnel o se relajaba viendo pasar su existencia en imágenes. A los elegidos, una estrella celestial los conducía hacia el sueño eterno. Pero cuando se ponían remolones iba la de la guadaña a por ellos.

Esto lo sabía bien Ernesto. Atesoraba un buen puñado de finales, unos más de andar por casa, otros más épicos. Fue siempre un gran apasionado del cine, del malo y del bueno; a él lo que le interesaba realmente era ver cómo los personajes afrontaban el postrero momento.

Pensaba por ello que, cuando le llegase su hora, estaría preparado para encarar lo que pudiera tocarle. Para el dolor o para una muerte reposada en el hospital, rodeado de sus familiares. Pero lo que nunca imaginó es que el día de su boda, por insistir en afeitarse en plan profesional, a navaja, se seccionaría la yugular. Y que mientras se desangraba en el suelo del baño, le daría la risa floja imaginando a sus amigotes aburridos fuera de la iglesia con un saco enorme de arroz y la cara que se les estaría poniendo.