EL PRINCIPITO
Desde donde usted se encuentra
le ha parecido que al niño le han regalado un diario y claro, le resulta una
exageración que por un simple cuaderno en blanco pegue esos saltos de alegría y
llene de besos y abrazos a su mamá. Le invito, pues, a acercarse a él; sitúese
a un lado del sofá donde acaba de desenvolver el libro y observe atentamente. Cuando
lo abra por la primera página, fíjese bien en esos puntitos rugosos que destacan
sobre la superficie y que, como un reguero de hormigas, se esparcen sobre la
hoja. Y ahora, contemple con qué delicadeza y habilidad se deslizan sus dedos
por encima de ellos y cómo brilla el iris blanco de sus ojos de felicidad.