CAMBIO DE RUMBO
No
quiso preocuparla con los síntomas primero, con sus temores después; tampoco le
contó que le habían hecho una colonoscopia hacía dos semanas. Bastante lío
tenía ella con sus viajes de trabajo, con las llamadas intempestivas de la
oficina, con reuniones hasta las tantas.
Pero
aquella tarde tenía hora para los resultados. Por desgracia, serían malas
noticias. «Lo siento, Martín, es cuestión de meses», le diría muy serio el
doctor. Entonces regresaría a su casa lloroso, hundido, y al llegar se
encontraría a Vero en la entrada, a punto de salir con dos maletas, «me marcho,
lo nuestro no funciona», le soltaría sin darle tiempo a abrir la boca, «ya
hablaremos más adelante» se despediría desde el ascensor.
Porque
el destino es así de puñetero: te encuentras de un día para otro al borde del
abismo y completamente solo. Y a Martín, a diez kilómetros de terminar la ruta
que hacía cada día como conductor de autobús escolar, y después de repartir a
todos los niños, se le aparecería de la nada un perro que le obligaría a dar un
volantazo y por no embestir a unos ciclistas que venían de frente caería por un
barranco dando muchas vueltas de campana.
Afortunadamente
para él, de allí no saldría vivo.