THE END
En la librería de Melissa,
junto a los cuentos de hadas y princesas, había puesto su mamá un nidito hecho
con guata, plumones de almohadón, terciopelo y organdí para que las perdices de
los finales estuvieran confortables y felices, y nunca se quisieran ir. No
contaba esta señora con las noches calurosas de verano, la ventana del
dormitorio de su hija abierta de par en par y los ojos amarillos de aquel
buitre baboso que se relamía contemplando a la criatura mientras, con sus dedos
sucios, partía en dos el cuello de cada uno de los pajarillos.