domingo, 16 de mayo de 2021

El amigo invisible

EL AMIGO INVISIBLE

«Solo los chalados hablan solos» se decían sus padres al verle parloteando todo el día. Al principio lo escuchaban con curiosidad y cariño, después se fueron inquietando, hasta terminar realmente angustiados los últimos días. Porque ver al hijo entretenido con sus juguetes y su cháchara solitaria, pues bueno, qué le vamos a hacer; pero esas discusiones acaloradas y cada vez más subidas de tono no les hacía ninguna gracia. Empezó a agotárseles la paciencia cuando rajó los peluches y se llenó toda la moqueta de guata y plumas, pero el día que volaron cochecitos, puzles y hasta una silla por la ventana de su habitación dijeron muy serios que hasta aquí.

Lo cierto es que sus padres tenían razón: cada vez se llevaban peor, eran ambos muy testarudos y no había manera de llegar a ningún punto en común. Así que aquella tarde salieron juntos a jugar al jardín, a indios y vaqueros, y en una de esas ¡zas!, le cortó de un tajo la cabellera, lo descuartizó y tiró sus restos al contenedor de basura.

Los padres pudieron por fin respirar tranquilos, al ver que volvía el hogar a la calma. Demasiada calma tal vez, acostumbrados a tanto barullo. Por eso, en cuanto el niño sintió aquel ansia de sangre que le subía por la garganta hasta oprimirle el paladar, como un adicto, y les suplicó comprar un cachorrito, no tardaron ni un segundo en decirle que sí.