LA MUJER DEL CERRAJERO
Y cómo es
que nunca cambiaron el bombín, pregunté al matrimonio de carcamales que
vivía en el entresuelo. «Su marío di usté
puso uno haci poco y ya ve, pa´ná…», me respondió apenada la vieja
tras sorber ruidosamente la sopa. Les han entrado ya tres veces a robar, y
siempre el mismo día que regresan del banco con el sobre de la pensión. Una
fatalidad.
O sea que,
si no me equivoco, llevo un par de meses trayendo la cena a estos dos: un puchero
de caldo con fideos. Desde ayer lo estoy enriqueciendo con el hueso pelao del Jabugo, ¡no vayan a morirse de
hambre, por Dios!