HOJAS
MUERTAS
«Estas alianzas secretas ―me susurraste revolviéndome el
cabello en aquel local, mientras nos perforaban los ombligos con idénticos
aretes― serán nuestra unión para siempre. Ni tus
padres podrán impedirlo».
Hasta el tres de agosto duró tu promesa. Una
mancha de aceite en el asfalto, una vuelta de campana y aquel chopo ―hasta ese día nunca había sabido distinguir un
chopo de otro árbol, pero eso ya lo sabes, no sé para qué te lo cuento― a la salida de aquella curva.
Ha llegado el otoño. En el
aula estoy como ausente, ida. Pensando en tus manos tiznadas de tiza.
Y ¿sabes?
Sí. Claro que lo sabes.
Que no me llega el aire.