CON LAS MANOS EN LA MASA
—«El
bate, “¡eso, bate!”, se le resbalaba de las manos pringosas…». Así terminaba el
prólogo.
Los
dos adolescentes apartaron la mirada del manual y se miraron desconcertados.
Llevaban diez minutos desnudos en la cama leyendo, sin saber por dónde empezar.
Aquella introducción les confundía; él aún no había logrado ni una erección, y
ella bostezaba mirando la lamparita que proyectaba ositos al techo de la
habitación.
Unos
golpetazos en la puerta les hicieron dar un brinco; en medio minuto ya estaban
vestidos.
—¡¡¡Chicos!!!
—Era la madre de él. —Por casualidad no habréis cogido el libro de recetas
afrodisíacas, ¿eeeh?