DAVID
CONTRA LOS GOLIAT
Repartió mandobles a diestro y
siniestro hasta descoyuntarse el hombro. Al principio, con la ayuda de su escudero.
Pero cuando este huyó espantado continuó solo, sorteando como pudo los
cañonazos del enemigo; estaba decidido a sacrificarlo todo por defender el
honor de su gente. Durante el combate, resistió días de emboscadas y noches en
vela, protegiendo su aldea, y en algún momento, vitoreado por sus fieles
seguidores, creyó haber neutralizado el avance de aquellas tropas sobradas de
munición. Pero todo fue en vano.
Una mañana, mientras cambiaba
las vendas de sus heridas, no escuchó el silbido del sable que le seccionó el
brazo derecho. Derrotado, el aguerrido cabecilla griego cayó de rodillas al
suelo y su pueblo fue vilmente sometido por el ejército de gigantes, liderado
con mano de acero por una guerrera teutona.