ENOJO
Este se va a enterar quién manda aquí, de qué va. ¿Acaso no se lo repetí
hasta la saciedad? Que le dejaba acampar en mi finca, a él y a su chica, y que
podían hacer allí lo que quisieran: pescar, bañarse en los arroyos de aguas
cristalinas, brincar por las praderas, revolcarse desnudos entre las
florecillas silvestres bajo la luz de las estrellas… Todo lo que os
apetezca, le dije, menos
comerse los frutos de este manzano. ¿Que por qué de este árbol en concreto? No
sé. Me dio por ahí así, de repente. Y ya está.