GREGOR
Aprovechando
que es domingo y la familia suele ir a comer fuera, se incorpora Gregor sobre
sus patitas traseras, abre la puerta de su habitación y sale tropezando al
pasillo. Se le ha olvidado hasta andar, de tanto que lleva metido entre estas
cuatro paredes. ¡Con lo viajero que él era! Está harto del encierro, de la
frialdad de su hermana, del rechazo de sus padres, de las hojas de col, de la
leche agria… Qué a gusto se comería un bistec, demonios.
Nada
más entrar en la cocina la ve. Corría por el suelo, intentando escabullirse debajo
del frigorífico, pero él consigue atraparla. La parte en dos y chupa el líquido
blancuzco. Echa la cabeza hacia atrás, sorbe hasta la última gota del bichejo,
lo rebaña bien rebañado y devora el resto de cucaracha. Que no quede nada, se
relame viendo al resto huir despavoridas.
Por
estirarse un poco se da una vuelta por el piso. Mal hecho. El espejo del
recibidor le devuelve una imagen que le provoca una arcada. ¿Pero desde cuándo
es caníbal? Abatido, regresa a su cuarto y abrazado a su maletín de muestras cierra
los ojos prometiéndose no volver a abrirlos nunca más.