ANTES DEL SAPIENS
Nada
más ponerse erguidos sobre sus patas traseras comenzaron a mirar por encima del
hombro a sus congéneres. Cuando se aburrieron de tener ociosas las manos, se
les ocurrió fabricar útiles de cocina y herramientas, pusieron baldas en las
cavernas y establecieron unas rutinas diarias
Para
alimentarse, decidieron organizarse en cuadrillas de caza. Por las mañanas,
bien temprano, los machos afilaban las puntas de sílex y al anochecer volvían agotados
con corzos y liebres ensartados en palos que las hembras asaban en hogueras;
más que nada para diferenciarse de aquella chusma.
―¡Qué asco me dan! ―gruñían unos, arrojando piedras a los primates―. Míralos, solo saben despiojarse, copular y…
copular.
―Nunca llegarán a nada ―asentían otros, altivos.
Y así
continuaron, madrugando y trabajando, ante la mirada divertida de aquellos
salvajes, que no hacían más que despiojarse, copular y… copular.