domingo, 16 de julio de 2023

Top model

TOP MODEL

A su madre le cuenta que ha quedado con las amigas, que van a dar una vuelta al centro. Desde detrás de las cortinas de la ventana, cada tarde, la mujer observa con tristeza a Sandra meterse sola en la boca del metro.

Más tarde, elige alguna de las estaciones más abarrotadas de la capital y se apea. Durante la tarde, se dedica a mirar boutiques de lujo parándose en los escaparates. No se fija en lo de dentro sino que aprovecha para ver su reflejo y recomponer su aspecto. Entra en un McDonald´s y se acoda junto a la ventana, donde mordisquea lánguidamente una hamburguesa. Después, en otro establecimiento de moda, se pide un helado y lo va dando breves lametazos, haciendo que dure, mientras completa varias vueltas a la plaza. Sube y baja la avenida peatonal, atestada de gente que sale cargada de bolsas de los comercios.

En fin, dejarse ver, ese es el plan. Que un ojeador avispado, un cazatalentos, se fije en ella, como a esas modelos a quienes descubrieron en la calle haciendo cosas tontas, como cruzar un semáforo o abrir un paraguas o dejar que el viento les robe el sombrero, y ahora viven en New York, y viajan por el mundo entero. Y poder así dejar atrás esta vida deprimente y vulgar, de la que lleva intentando escapar tanto tiempo.

Cuando concluye la ronda son casi las doce. Cabizbaja, y cada día más cansada, se sienta en un banco solitario del andén a esperar el tren que la llevará de vuelta a la periferia. Es el peor momento, el del regreso. Lleva con esta historia desde los dieciséis, calcula mientras estira con los dedos un mechón de pelo y, pese a la luz pobretona del techo, constata deprimida que cada vez hay más canas y menos de su pelo negro.