ATAJO
Lo que dura un eructo de los
largos ha tardado John en decidir que no va a salir al rellano de la tercera
planta del hotel a esperar al ascensor ni atravesar a hurtadillas el hall para
llegar a la piscina y darse un chapuzón. Para qué va a arriesgarse a que le
paren a estas horas en recepción, con lo que le apetece bañarse, se pregunta el
joven mientras mira hipnotizado desde el balcón el reflejo del agua iluminada.
Lanza entonces con pésima
puntería una lata de cerveza que acaba de arrugar entre sus dedos a la papelera
del salón, donde se acumulan unas cuantas más, que vaya calor que hace y eso
que son las tres de la mañana y no consigue quitarse con nada esta sed, sino al
revés: la sangría de la cena, los combinados de naranja y vodka de después y
las cervezas de antes de acostarse cada vez le dan más ganas de beber. Y en vez
de refrescarse en la ducha, beber agua fría y dormirse en el sofá frente al
ventilador de aspas, como su compañero de habitación, suelta otro eructo, masculla
un fuck off y se apoya tambaleante en
la barandilla.