BAMBALINAS
En la función
de esta tarde a uno de los elefantes se le ha escurrido del lomo el chimpancé
vestido de esmoquin que cabalgaba sobre él y lo ha pisado espachurrándole medio
cuerpo. El león, que observaba la escena mientras tenía la cabeza de un caniche
entre sus fauces, se ha distraído y ha cerrado de sopetón la mandíbula sin
darle tiempo a que reaccionase. Como resultado de ambos incidentes, la cuna de
la bebé, donde Hugo se ha metido a jugar, es ahora un caos de guata y peluches
desmembrados.
Quizá mamá se
enfade con él cuando termine de agitar el sonajero a la recién nacida, de
hablarle con esa lengua de trapo, de jabonarla en su bañera de plástico, de
entretenerla con el patito amarillo, de ponerle polvos de talco, el pañal y el
pijama de algodón orgánico, de calentarle el biberón al baño maría, de observar
embelesada como succiona la tetilla, de sacarle con palmaditas los gases, de
pasearla en brazos por el pasillo hasta que se quede dormida. «O quizá», piensa
Hugo esperanzado, «me haga un poco de caso».