SELECCIÓN NATURAL
No
bastó con que las diarreas se cebasen con los más pequeños, segando la vida de
más de la mitad de ellos. Las nieves duraban demasiado, se les acababan las
provisiones, no podían salir a cazar ni a recolectar y el número de habitantes de
la caverna no paraba de crecer. Normal, ¿qué otra cosa podían hacer durante
aquellas noches de intenso frío más que arrimarse bien para que no se les
escapase el calor?
Llegó
un momento en que la situación se tornó dramática. Fue cuando una mamá descubrió
horrorizada a un niño de cinco años mordisqueando la pantorrilla de su bebé.
―Canibalismo no, esto no puede ser ―murmuró el chamán de la tribu, retirándose al fondo
de la cueva a consultar con los dioses.
Cuando
regresó, ya tenía tomada una decisión: había que hacer recortes en la población
más numerosa e inútil: los niños. Los sacrificios humanos eran cosa de un
pasado cruel, entonces, ¿cómo hacerlo? ¿Dejar a este, condenar al otro, en base
a qué? ¿Es mejor que muera fulanito, salvar a menganito? Los moradores de la
gruta, casi todos con una extensa prole, se rascaban la cabeza sin saber qué
hacer.
Pero
el chamán sí lo sabía. Llevarían a los niños a jugar cerca de la orilla del
río, y cuando anocheciera y las bestias bajaran a beber, se iniciaría la
carnicería y la desbandada, logrando ponerse a salvo tanto los más fuertes y
veloces, futura mano de obra de la tribu, como los más inteligentes, futuros
estrategas, aquellos que mantuviesen la cabeza fría y supiesen esconderse bien.