domingo, 16 de julio de 2023

Delirio

DELIRIO

Es tan mofletudo y lindo y graciosín Mateo que el resto de las mamás del parque desvían la atención de sus nenes para quedarse mirando a ese angelito. Se desviven por él y hacen turnos para empujar su columpio, secar con un clínex la baba que gotea de su chupete o sacudir la arena que se le mete en las botitas al tirarse del tobogán. Incluso apartan a sus propios hijos, tirando con fuerza de ellos ignorando sus llantos y protestas de la cola del balancín, para que Mateo se monte a gusto.

Además ven a Cloe, la mamá del niño, tan pálida y ojerosa, tan flacucha y desganada, mirando desquiciada el columpio donde se encuentra ahora el chiquitín, que consideran que es su obligación, como madres solidarias, echar una mano a esa pobre mujer, que por algún motivo que ya averiguarán «ya nos enteraremos», cuchichean entre ellas, está del todo ausente y como en otro mundo.

Porque Cloe nunca habla, no cuenta nada, y por eso no saben que lleva veintidós meses y tres días, desde que nació Mateo, sin pegar ojo. Y año y medio sin marido, que dijo que o lo estampaba contra la pared o se iba, que él sin sus ocho horas de sueño no era persona. Y es que es cerrar ella un ojo y el niño ponerse a berrear hasta que lo carga en brazos y a pasear por el pasillo. Y como se siente un momentito a descansar en el sofá, se arranca de nuevo con el berrinche. Ni en la siesta ni de madrugada se duerme ese crío. Las que están encantadas son las de la guardería donde lo deja  para ir a trabajar, porque cae grogui según llega y duerme de un solo tirón las diez horas.

No le han funcionado a Cloe los métodos de los libros, los masajes, los baños con lavanda ni los consejos recibidos. Pero hoy, gracias a la bruma que se va adueñando de su mente, ha sentido cierto contento y alivio al confundir con una silla eléctrica, llena de cables, electrodos y correas de cuero con hebillas para sujetar brazos y piernas, el columpio donde, electrocutado y saliéndole de la cabeza humo, se balancea su hijo.